La ciencia
tiene una cuenta pendiente desde hace tiempo: la predicción de los terremotos.
Hay que tener en cuenta que por predicción se entiende decir donde, cuando y de
qué tamaño será el terremoto que va a producirse (si yo digo que el año que
viene va a haber un terremoto de magnitud 8 en algún lugar de la Tierra, seguro
que acierto, la cuestión es decir dónde y cuándo).
En 1975, sismólogos
chinos predijeron la ocurrencia de un terremoto en Haicheng, en el noreste de
China. Entre los fenómenos que se
detectaron en los días previos se cuentan cambios en la conductividad eléctrica
de la tierra y en la velocidad de propagación de las ondas P y S, comportamiento
anómalo de la fauna, alteraciones en el nivel de gas radón y también se
observó un aumento en el nivel del
agua de los pozos. Con todos estos precursores decretaron una alerta sísmica tras
una serie de pequeños terremotos previos, evacuaron a la población y apenas
hubo 2.000 muertos (de los más de 100.000 posibles víctimas estimadas) tras el
terremoto de magnitud 7.3 que se produjo horas después.
Desde entonces
no se ha podido predecir ningún otro terremoto, la investigación es muy
compleja y las predicciones hechas han fallado.
Estos días han
aparecido en la prensa diversos artículos en los que se comenta la posibilidad
de que en la zona cercana a Los Ángeles (EEUU) se produzca un “gran terremoto”
(entendiendo por gran terremoto una magnitud superior a 6) en los próximos 3
años mediante una investigación basada en datos de GPS y radar a partir de un
terremoto menor ocurrido en marzo de 2014. Asimismo aumenta la posibilidad de
un gran terremoto de magnitud superior a 8 en los próximos 30 años, el llamado “Big
One”.
Aunque la
investigación sea difícil y compleja es de vital importancia seguir en este
camino, puesto que los terremotos es uno de los fenómenos que más víctimas
pueden provocar.